22 de marzo de 2009

Mugabe y Keynes: únicos culpables de la hiperinflación de Zimbabwe


En este artículo publicado en el Instituto Juan de Mariana explico la hiperinflación de Zimbabwe, señalando a Mugabe como único culpable de la catástrofe que viven los zimbabwenses por aplicar políticas sociales y económicas que han fracasado una y otra vez.

De todos es conocido que Zimbabwe lleva toda esta década sufriendo una grave crisis económica. Con el dictador socialista octogenario Robert Mugabe en el poder desde la independencia del país en 1980, ha estado sumergida en una hiperinflación desde 2007. El que fuera uno de los países más ricos y prósperos del continente africano (no en vano se le denominó “el granero de África”) vio como su inflación se situaba en agosto a unos ¡230 millones por ciento! Un euro se cambiaba por 66.000 dólares zimbabwenses. La tasa de desempleo ya es superior al 90% y la moneda ha perdido totalmente su valor. Actualmente la oficina estatal de estadísticas ya ha dejado de publicar las cifras de inflación (por orden del gobierno), pero hay estimaciones que la sitúan en torno a billones por ciento. Parece claro que pasa por una de las hiperinflaciones más duras de la historia.

Esta espiral hiperinflacionaria fue iniciada y liderada por Mugabe cuando comenzó a implementar políticas inflacionistas, es decir, obligar al Banco de Reserva de Zimbabwe (RBZ) a incrementar la cantidad de dinero en el sistema económico para comprar la deuda emitida por su gobierno, lo que provocó una imparable subida de precios debido a la progresiva pérdida de valor de la moneda.

Los gobiernos utilizan la inflación para financiarse y poder realizar sus proyectos sin aumentar los impuestos (éstos son impopulares a partir de un cierto punto). En la Alemania de la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, se recurrió a la inflación para financiar los enormes gastos bélicos. En el caso de Zimbabwe, se ordenó la impresión de billetes ex novo por parte del
Banco de Reserva para financiar el gran déficit fiscal ocasionado por las nacionalizaciones de explotaciones agrarias en el año 2000.

El gobierno empezó a apoderarse de las explotaciones agrícolas de los blancos (fuente de desarrollo del país) para entregárselas a los negros, argumentando que de esta forma la producción y la riqueza aumentarían notablemente, además de mejorar la situación de los negros después de haber sido explotados por los blancos durante tanto tiempo.

La realidad es que lo único que ha conseguido Mugabe ha sido generar la primera hiperinflación del siglo XXI, dejar sin trabajo a casi toda la población y causar hambrunas y miseria. Ha quebrado la economía del país, ya que la producción del sector agrícola se ha derrumbado y los inversores extranjeros se han retirado completamente. Todo ello ha terminado hundiendo el ingreso tributario del gobierno provocando un enorme déficit fiscal. El gobierno reconoció hace más de un año que el déficit fiscal equivalía por aquel entonces al 40-45% del PIB.

Lenin dijo: “¿Queréis destruir una nación? Primero destruid su moneda”. Eso es exactamente lo que habrá pensado Mugabe. Su gobierno socialista creó ese dinero nuevo para que fuese gastado y utilizado en unos determinados bienes y servicios, que aumentaron de precio antes que los demás. Esto significa que no todo el mundo se beneficia por igual de esas impresiones de dinero, porque cuando el dinero entra en la economía, hay unos agentes que lo reciben primero y se benefician de él (grupos privilegiados y otros amigos del gobierno), gastándolo y consumiendo esos determinados bienes y servicios antes de que su efecto se refleje en los precios. La inflación afecta a la población de manera diferente.

Los habitantes zimbabwenses creyeron en un primer momento que la subida de precios de ciertos bienes iba a ser pasajera y que después de un cierto tiempo los precios descenderían a su nivel anterior. Pero llegó un momento en que se dieron cuenta que no se iba a regresar al escenario preinflacionario, es decir, que los precios seguirían siendo mayores mañana que hoy. ¿Qué hace la gente en estas circunstancias? Deshacerse de sus saldos de caja comprando bienes (¡incluso aunque no los necesiten!) porque los billetes quedan obsoletos rapidísimamente. Como los precios varían incluso a lo largo del día, corren a hacer
colas en los bancos para retirar su dinero antes de que pierda todavía más valor. Los ciudadanos huyen del dinero y buscan sustituirlo por otros activos que conserven mejor el valor (principal función del dinero), comprando cualquier activo que pueda salvaguardar el valor de su riqueza. No es casualidad que se haya extendido el uso del oro, el dinero por excelencia.

El gobierno siguió gastando y el RBZ financiaba los gastos imprimiendo el dinero, pero la inflación nunca puede seguir indefinidamente. Tiene un límite: la muerte de la moneda. No importa si
Gideon Gono (presidente del RBZ) sigue introduciendo más dinero, si sigue quitando 10 ceros a la moneda o si pone en circulación nuevas denominaciones de billetes para frenar la falta de liquidez. Finalmente la demanda de saldos de caja cayó hasta cero.

Que los ciudadanos pierdan todo el valor de su riqueza sólo parece preocuparle a
Mugabe por una sencilla razón: pierde fuentes de financiación. En efecto, cuando el dólar zimbabwense colapsa, ya no puede ser utilizado como moneda de curso legal, por lo que ya no se puede exprimir más la imprenta. Pero tampoco puede recaudar más impuestos ni expropiar más tierras y bienes. ¿Cuál es la solución que ha tomado? Introducir una nueva moneda, es decir, permitir que los comercios acepten divisas extranjeras como forma de pago (la mayoría pone sus precios en dólares estadounidenses). Esta es la única manera que podrá seguir financiándose.

La verdad es que dos cosas parecen claras: que el ex-guerrillero no está dispuesto a
dejar el poder en absoluto (después de casi 30 años), y que la culpa de la catástrofe que viven los zimbabwenses es sólo suya y de las políticas socialistas basadas en teorías keynesianas que aplicó su gobierno.

Y es que esta hiperinflación es fruto de seguir aplicando las mismas recetas keynesianas que han fracasado una y otra vez, es decir, políticas monetarias inflacionarias con la falsa creencia de que hay que incrementar la cantidad de dinero y el gasto público para que el desempleo desaparezca y la demanda aumente. Son estas recetas y no otras, las que han derrumbado la economía del país causando la escasez de alimentos, medicinas, divisas y combustibles; son éstas recetas, las que han provocado que la esperanza de vida haya caído hasta los 36 años y la tasa de mortalidad para los niños de hasta cinco años se haya disparado al 65% desde 1990; y son éstas recetas, las que han forzado a millones de zimbabwenses a emigrar. En definitiva: son éstas recetas y no otras, las que han convertido a “la joya” de África en una verdadera
pesadilla.

11 de marzo de 2009

11-M: la irresponsabilidad del Estado


Este artículo es mi humilde homenaje a las víctimas del 11M, donde además comento qué significaron las acciones del Estado para los individuos.


Hoy se cumplen 5 años de los atentados del 11 de marzo de 2004, también conocidos como 11-M. Madrid sufrió el mayor atentado terrorista perpetrado jamás en España. Sus 191 muertos y más de 1.500 heridos hacen imposible olvidarlo.

Yo no voy a hacer ningún análisis partidista. Todos los partidos españoles se comportaron de forma bochornosa aquellos días, intentando rentabilizar electoralmente los atentados de forma vil. Era de esperar. No creo que ninguno deba salvarse. Todos están en el mismo saco. Me interesan las víctimas, y lo que creo que debo comentar es qué significaron las acciones del Estado para los individuos, con el objetivo de ver si éste sobrepasó sus funciones legítimas. Lo cual significa reflexionar brevemente sobre la política exterior del Estado español en aquel momento para ver su responsabilidad en este asunto.

Veamos. Aunque el gobierno no entró formalmente en guerra porque sólo envió tropas destinadas a aportar ayuda humanitaria, incrementó y fomentó la hostilidad de los países intervenidos. Creo que tiene cierta lógica pensar que el apoyar de forma muy notoria la intervención en Irak, tomar partido en conflictos y estacionar tropas en otros países tuvo sus consecuencias. Tratar de vigilar y “hacer un mundo mejor, libre y democrático” para todas las naciones tiene un coste.

Directa o indirectamente el gobierno español tomo una posición de intervencionismo militar y, desde mi punto de vista, las acciones del gobierno en este sentido no protegieron a sus ciudadanos, sino que pusieron en peligro su seguridad de forma innecesaria. Mi opinión es que el Estado nos debe proteger de las genuinas amenazas externas, y no creo que Irak fuese una amenaza seria contra el pueblo español.

NOTA: No quiero que se confunda mi posición con la de los socialistas del PSOE. La diferencia reside en que mientras yo defiendo la no-intervención como principio general, los socialistas se opusieron a la intervención en Irak simplemente para sacar rédito político. La prueba está en que no tienen inconveniente en intervenir y enviar tropas a otros países siempre que lo consideran oportuno (véase
Afganistán, Kosovo, Bosnia, Líbano, Kirguistán, Chad, Yibuti y otros países) o en vender armas a China, Cuba y Venezuela. Repito que no quiero que se identifique mis opiniones con la de ningún partido político. Creo que la diferencia entre el núcleo de mis posiciones y las suyas es abismal.

Volviendo a la cuestión. En cuanto a libertades individuales, no hay que olvidar que el intervencionismo militar siempre supone, en mayor o menor medida, la violación sistemática y creciente de derechos individuales y la expansión de la organización estatal. No sólo son sistemáticamente incapaces de cumplir su promesa de protegernos (función básica del Estado) y prevenir ataques terroristas sino que, además, utilizan las crisis para ampliar e incrementar su poder a expensas de las libertades y propiedades de sus ciudadanos/súbditos.

Con estas medidas intervencionistas sobre otros países, los gobiernos dificultan la armonía y la cooperación entre los ciudadanos del país y la gente de otras naciones. En vez de buscar el reducir los impuestos, el gasto militar y fomentar el libre comercio con otras naciones, hacen todo lo contrario. No contribuyen a la apertura y prosperidad económica y, desde luego, no contribuyen a “hacer el mundo mejor para todos nosotros y nuestros hijos”.

¿Quiénes pagaron el coste de los errores del Estado? Los mismos de siempre: los ciudadanos. Gente inocente, humilde y trabajadora, ajena a los conflictos creados por los Estados. Personas anónimas que se habían levantado esa mañana, como cada día, para ir a trabajar o estudiar con el objetivo de mejorar sus vidas y las de sus familias. Ciudadanos corrientes, de carne y hueso, que no persiguen los intereses y fines de un grupo de burócratas dictatoriales (sean del partido que sean), sino los suyos propios.

Nosotros deberíamos perder la inocencia de una vez por todas, y ellos deberían ser
homenajeados y no olvidados. Descansen en paz.